Politeísta, consentida de los dioses, Zyanya hizo que de la selección de sus propias palabras este libro naciera. Una buena noche dedicada a Hermes, su Yo autora convocó desde lejos a mi Yo editor, a mi Yo partero, y atendí su mensaje. Como encontré buenos augurios regados por el suelo en forma de naipe, entendí que este, su libro, debía existir. Así fue que la magia y un afecto insondable, como de vidas pasadas, se fueron entrelazando y exprimiendo hasta chorrear tin-ta en estas páginas. Aunque espero que se sienta con sólo leer, la rebeldía de la autora se tradujo aquí como ruptura gráfica, tipográfica, estructural; al editar y diseñar, sus libertades me tomaron por sorpresa, la tradición tuvo que callarse un rato.