Este es un libro de ojos perdidos, de perros que devoran las sobras, de un hambre sin destino. Pero esos ojos se abrirán pese al dolor, pese a la noche.
La soledad se ha vuelto, en la poeta, una forma de ser, una manera de encarar los días. Ella sabe que el grito salva, que el rugido que sale le da otra oportunidad: la de sacar de sí eso que se arraiga en lo profundo.
La poeta dice: "el secreto es lo que falta". Confiesa: "lo más cierto de mí es el temblor". Y concluye: "ando siempre entre cosas que desaparecen". Sin embargo, hay una luz que se escapa, que está allí para ser atrapada. Y queda la palabra, siempre la palabra esperando en la orilla para intentar la redención.