La filosofía no es la razón sin fe; y la Biblia no es la fe sin razón. Tanto la filosofía como la Biblia son productos de la mente, los cuales, para ser
producidos, requirieron -como cualquier otro producto de la mente- dar por supuestas ciertas ideas que no se ponen en discusión, sino que
constituyen aquello de lo que se parte y que ya no se puede discutir.
La presente obra estudia los supuestos básicos que los filósofos griegos dieron por sentados para producir sus teorías filosóficas. También estudia los supuestos básicos que la mente divina da por sentados en la revelación contenida en la Biblia. Finalmente, trata de mostrar que la interpretación de las doctrinas cristianas y la construcción de la teología en el catolicismo y en el protestantismo no se fundaron en los supuestos bíblicos, sino en los filosóficos.
Muchas obras han mostrado la influencia griega en el cristianismo, pero lo han hecho al nivel de los conceptos e ideas explícitamente formulados.
Esta obra trata de mostrar que lo que el cristianismo adoptó de la filosofía no son algunas ideas o conceptos, sino los supuestos últimos de
pensamiento, que siempre quedaron implícitos e incuestionados. Lo que, de últimas, se trata de sacar a la luz es que, como los grandes teólogos cristianos dieron por sentado que la Biblia piensa de la misma manera que la filosofía, la forma en que interpretaron las doctrinas y la Biblia, y la manera en que construyeron la teología carece totalmente de base bíblica.