En épocas de duras incertidumbres, de difíciles pruebas para nuestra mortalidad, si me preguntan en cuál lenguaje, en cuál refugio literario me ocultaría, no dudaría en afirmar que en este hermoso y delicado resquicio de humanidad, en este espejo solitario del universo, armado por intensos ecos y fantasmales recuerdos del amor más intenso posible.
Testigos y guerreros en primera línea, frente al dolor que implica respirar en un mundo frágil, atentos vigilantes de los limites y fisuras de los sueños, Antonio Ventura y Beatriz Martín Vidal le han dado forma perfecta a esa ilusión humana de capturar el tiempo.