En medio de las estrategias de seducción que utiliza el mercado ante la multiplicidad de elecciones que tiene el consumidor, la necesidad de emulación de este mismo, el goce hedonista de productos y el profundo narcisismo reforzado con el auge de las redes sociales y el consumo a través de plataformas e-commerce, el consumidor vive cada vez con más fuerza las tensiones propias del ansia consumista. Por ello, la educación para el consumo se convierte en un factor clave para el ejercicio de la ciudadanía (la práctica de deberes y la exigencia de derechos) y la formación de consumidores responsables conocedores de las consecuencias de sus actos.