Cuando mis colegas Angelika Rettberg y Laura Wills me sorprendieron con la idea de reeditar algunos de mis libros, manifestaron que esperaban que al final de esas publicaciones se presentara también un libro sobre mis memorias.
Comencé entonces a recordar. De ahí en adelante, sobre la base de un esquema inicial que remendé varias veces, el problema mayúsculo fue enfrentar retos a mi memoria, particularmente sobre las fechas de acontecimientos especiales que me venían a la mente de manera atropellada.
Han sido setenta y pico de años de vida para recordar, desde que tenía siete abriles hasta un año luego de cumplir los ochenta. Sorprende, aunque parece que es lo normal, que uno recuerde mejor lo que vivió en la niñez y la adolescencia, que lo transcurrido a partir de los 20 o los 30 años. Este hecho, que no lo había imaginado, fue compensado con la ayuda que tuve de colegas de estudios universitarios y la contribución de la familia, comenzando por Magdalena León, mi esposa durante más de cincuenta años, y nuestras dos hijas, Claudia
María y Marta Viviana. Lo que más llama la atención en este relato relativamente corto frente a la compleja historia del país son los profundos cambios que han ocurrido en la sociedad durante un tiempo históricamente breve. Incluso, si uno los compara con lo sucedido en el mundo durante estas ocho décadas, que no es poca cosa, lo acontecido en una nación que ha cambiado en casi todo es abrumador.
En relación con los países de la región latinoamericana, Colombia tiene características particulares de gran peso, que la hacen especialmente compleja en varias dimensiones. Menciono algunas que creo sobresalientes.