Una mujer se va a vivir junto con su marido y su pequeña hija a un pueblo anclado entre sierras y arroyos. Hace tiempo inició un camino espiritual en la práctica del yoga y el estudio de textos orientales. Medita todas las mañanas y lleva un diario en el que registra esos momentos, las técnicas de respiración, hacia dónde van sus pensamientos o su deseo, como también el día a día en el valle.
El silencio de las montañas propicia un espacio ideal para que ella pueda ahondar en su paisaje interior, a veces placentero, por momentos vertiginoso. La posibilidad de continuar con su vida espiritual siendo madre se vuelve una inquietud constante.
En su primer libro, Mamá India, Soledad Urquia nos había presentado su interés por la búsqueda del sentido con una mirada simple y conmovedora. En La luz y la montaña vuelve a adentrarse en las empinadas encrucijadas de la mente, y con una prosa lúcida y sutil reafirma esa búsqueda como un modo de estar en el mundo.
Con una voz que resuena a Natalia Ginzburg y a Emmanuel Carrère, en un tono propio dubitativo y gentil, cada entrada de este diario se presenta como una revelación.
Este nuevo libro de Soledad es una obra admirable de gran entrega sobre el aspecto más íntimo, y por eso más riesgoso y vulnerable, de los seres humanos.