Durante mas de treinta anos coleccione errores linguisticos cometidos por los periodistas; no se cuantos consegui; no los he contado nunca ni pienso hacerlo, pero son muchisimos. Hay errores ortograficos, tipograficos, morfologicos, sintacticos, lexicos, extranjerismos, vulgarismos, anacolutos, redundancias... Toda una miscelanea de los desvios de la norma que, bien sea por descuido o por ignorancia, cometian los profesionales de los medios de comunicacion, aunque muchos estan incrustados en la lengua general y los periodistas se limitan a reflejarlos. Es una coleccin nutrida y vistosa, pero le falta algo importante: me limit a buscar y juntar los errores para poder mostrarlos, pero nunca me entretuve en contar los aciertos, para ver cuntas palabras y cuntas pginas de peridico, cuntas horas de noticiarios de radio y televisin tuve que repasar para encontrar una pieza ms que pudiera sumarse a mi coleccin de fallos. Adolece esa coleccin, adems, de un mal incurable: hay piezas que poco a poco van perdiendo el lugar que ocuparon hasta que llegan a ser expulsadas para siempre; nunca ms podrn formar parte de la lista de errores pacientemente recopilados por el coleccionista, y unas cuantas decenas de ellos -de los que salieron por la puerta de atrs, de noche y sin hacer ruido-, son los queles muestro en este libro.
Durante más de treinta años coleccioné errores lingüísticos cometidos por los periodistas; no sé cuántos conseguí; no los he contado nunca ni pienso hacerlo, pero son muchísimos. Hay errores ortográficos, tipográficos, morfológicos, sintácticos, léxicos, extranjerismos, vulgarismos, anacolutos, redundancias... Toda una miscelánea de los desvíos de la norma que, bien sea por descuido o por ignorancia, cometían los profesionales de los medios de comunicación, aunque muchos están incrustados en la lengua general y los periodistas se limitan a reflejarlos.
Es una colección nutrida y vistosa, pero le falta algo importante: me limité a buscar y juntar los errores para poder mostrarlos, pero nunca me entretuve en contar los aciertos, para ver cuántas palabras y cuántas páginas de periódico, cuántas horas de noticiarios de radio y televisión tuve que repasar para encontrar una pieza más que pudiera sumarse a mi colección de fallos.
Adolece esa colección, además, de un mal incurable: hay piezas que poco a poco van perdiendo el lugar que ocuparon hasta que llegan a ser expulsadas para siempre; nunca más podrán formar parte de la lista de errores pacientemente recopilados por el coleccionista, y unas cuantas decenas de ellos -de los que salieron por la puerta de atrás, de noche y sin hacer ruido-, son los que les muestro en este libro.